miércoles, 22 de junio de 2011

/la vída: un menú de dos opsiónes/

La vida: un menú de dos opciones.
Respuestas para un menú
Jorgelina Cerritos

Jorgelina Cerritos parece tener las respuestas a un menú de vida que ha venido limitando todas las posibilidades y los conceptos humanos en soledades y vacíos cada vez más mecánicos e inentendibles.

Clara, una diseñadora con un pequeño negocio de vestuario, mujer de edad irrelevante, dos hijas y un perro, cree que un gran vacío que tiene en el pecho desde hace mucho tiempo es por culpa de los años vividos con su esposo, Héctor. Un matrimonio común y corriente, con rutinas y dificultades, una vida sin mayores lujos, una vida normal, podría decirse: dos personajes encerrados en un universo que ellos mismos van volviendo cada vez más insoportable.

Respuestas para un menú es una obra de teatro de Jorgelina Cerritos, escritora y actriz salvadoreña, y montada por el grupo de teatro “Los del Quinto Piso” bajo la dirección de Víctor Candray, actúan Jorgelina Cerritos como Clara y como Héctor, Rafael Pineda. Tuve la oportunidad de presenciar esta obra en el 2009, sin tener mayor conocimiento de cómo se hace teatro en El Salvador, esta obra marcó, para mí, un antes y un después en dramaturgia y montaje escénico. Un círculo. En el centro, una maleta; en la maleta, arena. Los elementos de los que se valen los personajes son recursos mínimos, ya que, según la propuesta del grupo teatral, la principal herramienta del actor es el cuerpo, el actor mismo. La obra, que se desarrolla en no menos de una hora, contiene humor, drama, tensión y sobretodo una fuerte carga poética que responde a las dudas más existenciales de un ser humano: ¿Qué es el amor, la soledad y la vida?

La propuesta de la dramaturgia de Cerritos es qué vacíos y qué tristezas se van cargando desde la infancia y qué dolores jamás se sueltan, cómo culpamos a las circunstancias por nuestro padecer y cómo inventamos excusas y salidas que no callan esas voces que nos atormentan. De una mujer se vale la autora para incluir toda una gama de nudos y tensiones del pasado que van tejiendo conflictos internos, externos, en consecuencia, en su matrimonio. Clara se casó con Héctor cuando aún eran muy jóvenes, emocionados, llenos de expectativas y deseos, con tantos bellos momentos que recordar de su noviazgo. Clara dejó muchas cosas sin resolver, ella carga su propio infierno por su manera de ver el mundo. Se niega a admitir la absoluta resolución de dos opciones en la vida, dice que hay más formas de ver las cosas. La rutina la exaspera, le ofuscan las preguntas cerradas, no soporta sentirse cohibida, encerrada, pero no se atreve a hablar, a pelear contra sus propios fantasmas.
La obra inicia con un día cualquiera en el matrimonio de Clara y Héctor. La simplicidad de la rutina que aburre y desespera, las preguntas que nadie contesta, las ironías y los silencios. Un breve cambio que propone Héctor para ver si así mejoran las cosas comienza a crear en Clara el proceso más fuerte de su vida: creer que necesita librarse de él para sentirse al fin libre. Dolores de cabeza, discusiones, constantes rutinas, silencio y soledad. En el desarrollo de la obra, las imágenes creadas en el espectador transmiten el agobio y la letal incertidumbre de los personajes. La fascinación puede ser un elemento que afecte el total aprovechamiento de la temática, porque los diálogos, cada vez más fugaces y más lanzados por la acción interna de los personajes, son más difíciles de retener y la poesía en la cotidianeidad de Clara puede hacer que el espectador prefiera no ahondar en la literatura de la escena. Bastará verla un par de veces y sostenerse en los detalles más mínimos de la narración dentro del drama para entender lo que en realidad sucede dentro del matrimonio y de cada uno de los personajes.

Clara es como una muñeca encerrada en una casa de frío vidrio transparente, se siente como enterrada para siempre en la arena, quiere huir, quiere ser libre y caminar por la playa, dejarlo todo. Héctor quiere vacaciones, le interesa relajarse y tratar de recuperar el tiempo perdido con su amada esposa. Cada vez se soportan menos y en una fascinante alegoría quizá de violencia o de aversión disimulada, Clara pelea contra sí misma en un verdadero “round” de boxeo. Luego, con más razones que contra sí misma, lucha contra Héctor desesperadamente. El espectador debe dejarse afectar por la intensidad de estas escenas para conseguir esa conexión entre el cénit del conflicto y el proceso de los personajes.

Vista la primera vez, la obra deja la sensación de ser complicada, de no saber si se habla del tiempo lineal o si hay presente, pasado y futuro interactuando sin autorización, y eso es, quizá una de las limitantes del teatro vivo en comparación al teatro escrito. En la literatura impresa, se puede volver a leer e interiorizar más aún los pasajes textuales. Pero, a causa de ese impacto, tuve que volver a verla casi con el compromiso de sentir más allá del hecho latente y presencial de los personajes moviéndose de un lado a otro, esa conexión con la maravillosa literatura que se esconde detrás. Con cinco veces de apreciarla, supe reconocer, en reflexión más íntima con Clara, que a diferencia de un libro, la he visto, la he escuchado y la he sentido, supe reconocer que no se deshizo del infierno que ella cargaba con separarse de Héctor. La última escena es una especie quizá brutal de resignación, al ver que, separados, cada uno carga siempre con sus vacíos, sus dolores y su soledad que no se extingue con nada.

“¿Qué otras formas puede tener el amor, la soledad o la vida?
¿Qué otras formas la muerte sino ésta?”


Jorgelina Cerritos es una actriz, poeta y dramaturga salvadoreña. Ganadora del Premio Casa de las Américas en el género de Teatro en 2010 con su obra más reciente Al otro lado del mar. Inició su formación artística en la disciplina del teatro en 1990 habiéndose desarrollado como actriz desde 1993 y como dramaturga desde el año 2000. Además del Teatro cultiva la Poesía, géneros en los que escribe tanto para niños como para adultos. Dentro de su formación académica cuenta con la licenciatura en Psicología de la Universidad de El Salvador, diplomada en educación.
Posee el titulo de Gran Maestre en la rama de Teatro Infantil dado por el Consejo Nacional para la Cultura y el Arte de El Salvador, en 2004.
Para el año 2006, fue becaria del proyecto centroamericano El Carromato en el taller regional de Dramaturgia, dictado por el maestro y dramaturgo español José Sanchis Sinisterra.
Sus obras El coleccionista, La función Debe Continuar y Respuestas para un Menú han sido llevadas a escena por el grupo de teatro Los del Quinto Piso y presentadas tanto a nivel nacional como internacional del 2007 a la fecha.

*Dato recuperado en línea de Periódico Lapislazulli, Colombia.

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