Poetas malditos de Francia.
La generación de poetas malditos (bautizados así por Verlaine) nació en Francia a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX. Son considerados “malditos” por iniciar un movimiento que retoma temas tabú y se enfoca en los suburbios urbanos y en la vida cruda y desencantadora de los autores. El estilo marca un cambio en el respeto de las formas clásicas y abusa de nuevos recursos que años adelante serán considerados como parte del vanguardismo. Temática y estilo son los aspectos que destacan a este pequeño grupo de autores que reinventan la literatura, en especial la poesía, de un mundo que estaba ahondando conflictos mucho más drásticos.
1. Mallarmé. “Angustia.”
2. Apollinaire. “Escribo solo a cambiantes luces.”
3. Rimbaud. “El baile de los ahorcados.”
4. Baudelaire. “Confesión.”
Stéphan Mallarmé
(Francia, 1842 – 1898)
Angustia
Hoy no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena
de todos los pecados de un pueblo que te ama,
ni a alzar tormentas tristes en tu impura melena
bajo el tedio incurable que mi labio derrama.
Pido a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos
con que duermes después de tu engaño, extenuada,
tras el telón ignoto de los remordimientos,
tú que, más que los muertos, sabes lo que es la nada.
Porque el Vicio, royendo mi majestad innata,
con su esterilidad como a ti me ha marcado;
pero mientras tu seno sin compasión recata
un corazón que nada turba, yo huyo, deshecho,
pálido, por el lúgubre sudario obsesionado,
¡con terror de morir cuando voy solo al lecho!
Versión de Andrés Holguín
“Angustia” es un soneto escrito en francés cuya traducción limita la apreciación total de la estética del autor. Sin embargo, se respetan algunas formas rítmicas y quedan expuestas las intenciones de cada verso. Considero este poema de los más representativos de la poesía recopilada de Mallarmé porque imprime las quejas de una sociedad destruida a través de un diálogo con lo que está arriba por encima del pueblo (llámese gobierno, patria, etc.) en el que se exige descanso y denuncia inestabilidad de modo pesimista.
Guillaume Apollinaire
(Francia, 1880 – 1918)
Escribo solo a las cambiantes luces...
Escribo solo a las cambiantes luces
Que arroja un leño ardiente
A veces se lamentan los obuses
Frecuentemente
Oigo el galope de un corcel que cruza
Por el campo lejano
El siniestro graznar de la lechuza
Sube al cielo mi mano
Traza estas líneas desoladamente
Adiós mi corazón
Trazo el signo también místicamente
De la Gran Ilusión
Oh mi místico amor oh Lou la vida
Nos dará el doble fuego
De la delectación nunca extinguida
Compartiremos luego
Un amor que será el único amor
Adiós mi corazón
Enciende un astro místico su fuego
Tiene el color
Del ambiguo color de tu mirada
Que entre las sombras arde
Siento una aguda herida renovada
Adiós. Es tarde
Versión de Andrés Holguín
La mujer amada se hace presente en un ambiente que el poeta dibuja para referirnos al contexto en el que escribía. Hay detalles muy profundos que revelan la realidad conflictiva de la época y la ilusión frustrada de estar con una amada. La lejanía y la promesa. Me parece un excelente poema con una musicalidad muy bien conseguida y una intención reveladora. Los obuses, armas de artillería. Las lechuzas, aves de mensajería en tiempos de guerra. Los campos, los corceles, una fogata. El amor. La vehemencia.
Arthur Rimbaud
(Francia, 1854 -1891)
El baile de los ahorcados [Fragmento]
En la horca negra bailan, amable manco,
bailan los paladines,
los descarnados danzarines del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.
[…]
Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles:
como un órgano negro, los pechos horadados ,
que antaño damiselas gentiles abrazaban,
se rozan y entrechocan, en espantoso amor.
¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza ,
trenzad vuestras cabriolas pues el tablao es amplio,
¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!
¡Furioso, Belzebú rasga sus violines!
¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta!
Todos se han despojado de su sayo de piel:
lo que queda no asusta y se ve sin escándalo.
En sus cráneos, la nieve ha puesto un blanco gorro.
[…]
¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos!
¡y la horca negra muge cual órgano de hierro!
y responden los lobos desde bosques morados:
rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno...
¡Zarandéame a estos fúnebres capitanes
que desgranan, ladinos, con largos dedos rotos,
un rosario de amor por sus pálidas vértebras:
¡difuntos, que no estamos aquí en un monasterio! .
Y de pronto, en el centro de esta danza macabra
brinca hacia el cielo rojo, loco, un gran esqueleto,
llevado por el ímpetu, cual corcel se encabrita
y, al sentir en el cuello la cuerda tiesa aún,
crispa sus cortos dedos contra un fémur que cruje
con gritos que recuerdan atroces carcajadas,
y, como un saltimbanqui se agita en su caseta,
vuelve a iniciar su baile al son de la osamenta.
En la horca negra bailan, amable manco,
bailan los paladines,
los descarnados danzarines del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.
Con un toque de extraño humor, el poema, aunque parezca visceral, es un reflejo de las actitudes de violencia y el modo de ver la justicia en la época. En la situación de Francia que envuelve la vida del autor se ven estas imágenes con frecuencia. El efecto de la danza es muy bien logrado con el punto de crítica presente en cada estrofa. Muy buen ataque a la condena de muchos hombres.
Charles Baudelaire
(Francia, 1821 – 1867)
Confesión
Una vez, una sola, mujer dulce y amable,
En mi brazo el vuestro pulido
Se apoyó (sobre del denso fondo de mi alma
Ese recuerdo no ha palidecido);
Era tarde; al igual que una medalla nueva,
La Luna llena apareció,
Y la solemnidad nocturna, como un río,
No hay comentarios:
Publicar un comentario